La pintura: ¿pasado o futuro en el presente?


Hoy leo Herejes, de Leonardo Padura. Desde un presente habanero, que me sumerge literariamente en un Caribe en el que vivo sumergida, viajo a múltiples pasados. La literatura tiene esa capacidad extraordinaria de difuminar las fronteras; no solo las espaciales o las temporales, sino, especialmente, las fronteras entre la realidad y la imaginación. 

Con Padura me he ido a montar guardia frente a la puerta verde de la casa taller de Rembrandt en la húmeda y fría Ámsterdam. He subido y bajado las estrechas escaleras, he pisado los suelos y me han cobijado las paredes, he mirado por las ventanas a través de las cuales contempló el mundo uno de los grandes creadores de este mundo nuestro.

Me asalta la misma incómoda sensación de sentirme invasora que experimento siempre que recorro los espacios antaño privados que hogaño recorremos sin pudor. 

Me preparo para contemplar con otra mirada, una más atenta, las obras de Rembrandt en el Rijksmuseum. Llevo para siempre conmigo la mirada del joven judío Elías Ambrosius sobre «La ronda nocturna»: el futuro contenido en el presente.