Atmósfera Modiano
Cuando leo a Modiano me asalta una imagen en la que voy caminando por una calle adoquinada, en pendiente, mojada por una llovizna que acaba de caer. Es de noche y la luz amarillenta de algunos faroles brilla sobre el empedrado. Mis pasos resuenan en la calle vacía. Y en el silencio tengo la tentación de mirar por encima de mi hombro, como si me fueran siguiendo, o como si alguien me mirara desde alguna ventana entreabierta.
Tal es la atmósfera que Patrick Modiano consigue con sus palabras.
En Calle de las Tiendas Oscuras el enigma es la identidad del protagonista. Las páginas de la novela me hacen tropezar, sin previo aviso, con el hecho de que puede tratarse de un «diplomático dominicano». ¡Quién lo iba a decir!
En el café de la juventud perdida uno de los personajes deambula por la misma calle en la que una vez me alojé en París. No puedo evitar volver a mirar por encima del hombro.
Parece que las huellas de la memoria que tanto persigue Modiano siempre apuntan al lector, ahora a mí. Siento un escalofrío pero no puedo dejar de leer. Patrick Modiano tiene ese efecto en mí.