Los caminos de la vida
El Diccionario del español dominicano me trajo a Alemania por primera vez. Una invitación del académico correspondiente André Klump, profesor de la Universidad de Tréveris (Alemania), tuvo la culpa.
Tres años antes el profesor Klump y yo nos tomamos un café criollo en el Parque Colón, envueltos en un calor de justicia que no nos impidió una larga y fructífera conversación sobre diccionarios. Y los diccionarios nos llevaron, como suele ser habitual, a la cultura y a la vida. Analizamos los humano y lo divino de la cultura y la enseñanza dominicanas.
De esta prolongada tertulia surgió esa invitación para visitar la Universidad de Trier cuando el DED estuviera acabado. Y lo que en ese momento parecía un futuro lejano llegó. El DED vio la luz, nos recibieron con los brazos abiertos en muchos sitios (Miami, San Juan de Puerto Rico, Nueva York, España). Siempre nos encontramos con dominicanos que nos regalaban sus recuerdos y sus vivencias aflorados al hilo de las palabras que encontraban en sus páginas. Muchos de ellos nos regalaron la íntima satisfacción de agradecer a nuestro DED, su DED, la recuperación del orgullo por su lengua materna y por su patrimonio lingüístico.
Y llegó el momento de honrar la invitación alemana. Nos encontramos con una tierra histórica que albergaba a muchos jóvenes interesados en el conocimiento y el estudio de la realidad dominicana; y con profesores e instituciones que los guiaban y los alentaban.
Hoy regreso a Alemania, traída por otros vientos, y vuelvo a encontrarme ante la imponencia y la majestuosidad de la catedral de Colonia. Un sol titubeante de invierno me permite sentarme a sus plantas y escribir. En mi primera visita supe que está dedicada a los Reyes Magos. Hoy la contemplo con los versos que Berceo dedica a los Milagros de Nuestra Señora entre las manos y una taza de chocolate que pronto estará fría.
Las vueltas que da la vida. Quién me iba a decir a mí que en Alemania los versos del entrañable Gonzalo de Berceo, nuestro primer poeta de nombre conocido, iban a recordarme el calor de las tierras dominicanas. Aceptémoslo y dispongámosnos a dejarnos llevar por la rueda de la vida.