Diccionario verde


Cuando consultamos un diccionario suele pasarnos desapercibida la belleza de algunas de sus definiciones. Confieso que, con un diccionario en las manos, puedo perder la noción del tiempo. Mis lecturas y relecturas me proporcionan placeres como los de encontrar esta definición en el Diccionario de la lengua española de la RAE para el humilde adjetivo verde: ‘Dicho de un color: Semejante al de la hierba fresca o al de la esmeralda’: El color verde tiñe las banderas.

Si hablamos de una zona o área verde, nos referimos a que en ella no puede edificarse porque alberga, o está destinada a albergar, un parque o jardín. Si, en cambio, decimos verde de un árbol o de una planta, nos referiremos a que ‘aún conserva alguna savia, en contraposición al seco’: Podemos salvar esa palma; todavía está verde. Cuando, en lugar de a una planta, los

usamos para referimos a un fruto, destacamos que este aún no ha madurado: plátano verde. Y aquí no me resisto a mencionar la sabiduría popular dominicana cuando sentencia que «plátano maduro no vuelve a verde».

Inluso podemos extender  figuradamente su significado y aplicarlo a una persona a la que consideramos inexperta o inmadura:  Seguimos muy verdes en ortografía. En otros países de habla española son verdes los chistes con contenido erótico, esos a los que nosotros llamamos colorados. Cuestión de colores.

Y así el diccionario va registrando las distintas acepciones de un mismo adjetivo según a quién o a qué se le aplique. Quiero pensar que, para nosotros, el movimiento verde se apoya en la relación que nuestra cultura establece entre el verde y la esperanza. Y no me malinterpreten, no con aquella esperanza que se comió un burro, sino con la esperanza del verdor que presagia buenos frutos.

 

Renunciar a la imaginación


Oí en estos días en la radio un comentario de una pareja de jóvenes locutores que me preocupó por lo que supone de renuncia al ejercicio de la propia i40.maginación, rasgo que, como pocos, nos define como seres humanos. Cuando una obra literaria es adaptada como guión cinematográfico es habitual oír a la gente decir que esperará a la película para no leer el libro. El escasísimo hábito de lectura que se ha impuesto entre nosotros provoca que este tipo de afirmaciones haya dejado de sorprendernos. Sin embargo, el comentario de los jóvenes locutores iba mucho más allá. Según ellos un lector nunca podría llegar a imaginarse solo, y sólo con la lectura, lo que veía plasmado en la pantalla de cine.

No me extraña que estos jóvenes no lean mucho. Han perdido la capacidad y han renunciado al placer de ejercer su propia imaginación a partir de un texto escrito. El poder evocador de la palabra escrita, en el que se basan la grandeza y el misterio de la literatura, pierde su fuerza cuando los lectores dejan de imaginar por ellos mismos y se limitan a imaginar por “cabeza ajena”. Algunas personas que se han visto privadas de la libertad se aferran al pensamiento y la imaginación como únicos derechos de los que no pueden ser despojados. Otras, como estos jóvenes, renuncian a ambos por simple pereza o incapacidad. Una periodista amiga me escribía hace unos días sobre un interesante consejo que había leído en la red para los que prefieren esperar a la película: no esperen más para consultar el diccionario; no será el guión de ninguna película.

Una nueva ventana


248 Berlín Museo de Pérgamo 2015-03-08Volví a ver aquella película de Woody Allen en la que un ama de casa se convierte en millonaria y se propone mejorar su formación cultural. Siente que sus nuevas relaciones sociales (no digo mejores) sacan a la luz la pobreza de su vocabulario.

Ni corta ni perezosa decide aprenderse todas las palabras del diccionario, empezando por la A, por supuesto. Cuando se dirigen a ella con una palabra que desconoce no duda en contestar: «No he llegado a esa letra todavía».

No es este el método idóneo para aprender nuevas palabras. Para esto de la lengua no hay fórmulas mágicas ni inventos de última hora. La lectura sigue siendo el recurso más eficaz, más consistente y, ni que decir tiene, más divertido para aprender nuevas palabras. La lectura nos abre ventanas por las que nos asomamos a horizontes nuevos, lejanos, desconocidos. La lectura nos despeja caminos por los que  nos internamos en realidades humanas, temporales o espaciales, muy distintas a las que nos rodean. Las palabras que vamos encontrando a lo largo del recorrido son herramientas que podrán sernos útiles en cualquier recodo del camino, del que estemos recorriendo hoy o de otro que nos atrevamos a emprender.

En el Museo de Pérgamo en Berlín vi una estatua antiquísima en cuyo pie estaban tallados caracteres primitivos de escritura alfabética. Un invento que ha permitido que disfrutemos de nuestra cultura desde las ancestrales tablillas de cera a nuestras modernas tabletas.  Vivamos la extraordinaria experiencia de viajar a lomos de la palabra escrita echando en nuestras alforjas pequeñas herramientas que, en el momento menos pensado, pueden abrirnos una nueva puerta, una nueva ventana, un nuevo camino.

El mejor regalo


Campano ilustrado           Navidad, Año Nuevo, Día de Reyes. Época de nostalgias, atracones –o comelonas, como prefieran -, propósitos renovados y buenos deseos. La tradición y, un poco también, reconozcámoslo, el consumismo se ponen de acuerdo para que todos nos volvamos un poco locos. Nos dejamos llevar por la alegría de regalar sin dedicarle a veces mucho tiempo o interés a la elección del regalo. Déjenme recodarles que entre los obsequios más especiales que podemos poner en las manos de un hijo, de un amigo, o de un colega siempre estará el libro, en cualquiera de sus versiones, la tradicional en papel o la moderna electrónica. Cuando regalamos un libro brindamos un mundo inagotable de diversión y conocimiento. Y hay mundos para todos los gustos, para grandes y pequeños, para tradicionales e innovadores, para vagos y afanosos. Si me permiten una sugerencia, no se olviden de los diccionarios, esos inmensos edificios donde habitan las palabras, y que nos permiten acceder a su vida cotidiana y aprender un poco más cada día a sacarle provecho personal y profesional a nuestro idioma. Es posible que reciban una que otra cortada de ojos pero es probable que ayuden a alguien a quien quieren a descubrir nuevos universos, nuevas maneras de pensar o de expresarse, una forma de diferente de encarar la vida que nos ayude a crear un mejor entorno para todos. A ese propósito bien podrían contribuir los libros y quienes los leemos. Parafraseando a mi admirado Joaquín Sabina, “que el diccionario detenga las balas”.

El «Diccionario del español dominicano» sigue entre los más vendidos


 

Un año después de su publicación el Diccionario del español dominicano sigue entre los libros más vendidos de 2014 en la República Dominicana.                                                                                    Gracias a todos nuestros lectores y, tratándose de un diccionario, a nuestros usuarios. Recuerden que pueden enviarnos cualquier propuesta de                                                                                       inclusión, exclusión o modificación.

Entre los más vendidos de diciembre 2014

Canoa: el primer americanismo


Canoa en el Vocabulario de Nebrija

Canoa en el Vocabulario de NebrijaUna de las características fundamentales de la lengua española es su amplia difusión geográfica. La complejidad de las múltiples variaciones geográficas de nuestra lengua no puede compararse con ninguna otra lengua moderna occidental. Para los hablantes la diferenciación de la lengua en los distintos países se hace evidente fundamentalmente en la pronunciación y en el vocabulario.

Un grupo muy interesante de americanismos lo componen las palabras que tienen como rasgo básico la de ser originarias del continente americano. Nacieron en América y se insertaron en nuestra lengua para nombrar realidades hasta ese momento desconocidas. Usaron nuestra lengua para difundirse en otras lenguas como el francés o el inglés.

La primera palabra americana que se incluye en español es canoa. Es sorprendente comprobar que ya aparece en el que se considera como uno de los primeros diccionarios dedicados al español. Elio Antonio de Nebrija la registra entre las primeras 18 000 palabras españolas de su Diccionario español-latino, ya en 1495. Sólo habían pasado tres años desde ese primer contacto entre las lenguas indígenas americanas y el español.  Desde entonces el flujo de ida y vuelta no ha dejado de producir nuevas palabras, nuevas acepciones de palabras patrimoniales, de enriquecer el caudal léxico del que disponemos los hispanohablantes.

Ya no tendremos que esperar mucho para disfrutar del Diccionario Académico de Americanismos que nos ha propuesto la Asociación de Academias de la Lengua Española. En marzo de este año tendremos en las manos la inmensa riqueza del caudal léxico que América ha creado para el español.