El sastre cocinero


El cine en versión original nos permite conocer de primera mano la obra del cineasta, de los guionistas y de los actores.  Si no dominamos el idioma origin8 DSC00418al de la película, echamos mano de los subtítulos para seguir el contenido de la narración o el diálogo de los personajes. El subtítulo es una oportunidad de enfrentarnos a la lengua escrita, para la que cada vez nos volvemos más perezosos. Hasta aquí, todo son ventajas.

Si somos observadores y estamos acostumbrados a leer, línea tras línea encontramos faltas garrafales de ortografía, por no hablar de la sintaxis o de la concordancia. Los personajes conversan, la acción no se detiene, pero nosotros nos hemos quedado enganchados de una hache que echamos en falta o de una ese confundida entre zetas y ces. Si no somos lectores habituales lo más probable es que ni siquiera lo notemos, y es aquí donde reside el peligro.

Para mejorar nuestra ortografía el método infalible es la lectura. Me pregunto qué efecto estará produciendo en todos nosotros el enfrentarnos día a día con subtítulos plagados de errores. ¿Es tan difícil corregir ortográficamente los subtítulos? El cine es una industria que genera ingresos millonarios y los hablantes de español debemos exigir respeto y un producto lingüístico de calidad. Así no tendríamos que enfrentarnos a frases como la que leí en un subtítulo hace días: “Como si un sastre se hubiese vuelto loco y hubiese cocido miles de diamantes en un maravilloso vestido”. Todo lo que vi en la película a partir de ese momento no pudo superar al sastre cocinero.

Años después de publicada esta «Eñe» encontré el siguiente anuncio en la prensa. Ahora se han cambiado las tornas y me he encontrado con el cocinero sastre.

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