Manos a la obra


En las actividades académicas de divulgación en las que participo siempre surge alguien que se pregunta por la existencia, o inexistencia, de una palabra. El interesado afirma que ha buscado la palabra en «el» diccionario (aunque no especifica en cuál) y que no hpim3093-version-3la ha encontrado. De aquí deduce que la palabra en cuestión no existe. Recuerdo entonces a don Miguel de Unamuno quien, cuando alguien le hacía notar que alguna de las voces que usaba no constaba en el diccionario académico, sentenciaba: «Ya la pondrán».

Para muchas personas la inclusión en cualquier diccionario es la prueba irrefutable de la existencia de una voz, pero no siempre es así. Una palabra puede existir y no estar registrada en ningún diccionario; y también hay casos de palabras que no existen y que de una forma u otra aparecen en los diccionarios: son las llamadas palabras fantasma.

Una palabra existe cuando los hablantes la usamos; y es que somos los hablantes los dueños de la lengua. El que ese término aparezca o no en un diccionario dependerá del tipo de diccionario, de su calidad, o de los criterios que se han aplicado para seleccionar sus entradas.

Otra cuestión distinta es si la palabra es considerada correcta o si los hablantes sabemos emplearla bien. ¿Quién decide lo que es o no correcto en la lengua? Para el criterio de corrección en el español tienen mucho peso nuestras academias de la lengua, por tradición y por trayectoria. En cualquier caso, los buenos hablantes son los que marcan la pauta. Un buen habl
ante conoce y respeta las normas ortográficas y gramaticales y se preocupa por ampliar su vocabulario y por usar apropiadamente el que conoce. ¿Nos ponemos manos a la obra?

Nuevas posibilidades, nuevas palabras


Muchos nos hemos incorporado a la marea de las redes sociales. Reconozco que resulta fácil caer en la tentacióCaptura de pantalla 2016-03-30 a las 12.17.17n de expresarnos y comunicarnos con inmediatez. Los que disfrutamos hablando y escribiendo estamos de enhorabuena aunque, a veces, nos encontramos con la dificultad de adaptar el lenguaje tecnológico, cambiante y efímero como las nuevas tecnologías, a un uso respetuoso con nuestra lengua materna.

Las palabras siguen su curso y las Academias proponen las formas más adecuadas. Hace unas semanas me sumé a los usuarios de Twitter. Es una forma sencilla y ligera de proponer consejos útiles pero nos exige aprender nuevas palabras y su ortografía. Si lo que hacemos es mandar un mensaje a través de Twitter, estaremos tuiteando. Del verbo inglés to tweet se forma el español tuitear, siguiendo el modelo de otros verbos castellanos que se han formado a partir de verbos ingleses, terminados en consonante, a los que se le añade el español –ear. Recuerden que, en su día, tuvimos que aprender también a usar los escáneres, a escanear, a enviar escaneos.

Los tuiteos nos mantienen informados o comunicados. Para compartir los que nos parecen interesantes podemos optar por retuitearlos. Sin lugar a dudas soy una tuitera novata y no puedo disimular que estoy fiebrando. También con todas las voces de nueva creación. Los que ya son expertos en estas lides sabrán perdonarme. Me gusta ir con los tiempos y estar al día con las palabras correctas es una forma hermosa de mantenernos actualizados.

Friendo y comiendo


Los usuarios de la edición digital del Diccionario de la lengua española de la Real Academia estamos de enhorabuena. Antaño era necesario esperar largos años para disponer de una edición actualizada. Así era y sigue siendo con las ediciones im27. NYC 2006 107 QUINTA AVDApresas del diccionario académico. La digitalización nos brinda la posibilidad de disfrutar “friendo y comiendo” del trabajo constante de los académicos. La página electrónica de la Real Academia permite desde 2001 la consulta en línea de su diccionario, del nuestro, el de todos los que hablamos español.

Recientemente se ha puesto al día mediante la incorporación de 2996 cambios. Estas modificaciones cuentan con el apoyo de las veintidós Academias de la lengua española. Siempre despiertan nuestro interés las nuevas palabras, hasta 408 adiciones en esta ocasión. Encontramos en ellas, en el margen superior derecho, la leyenda “artículo nuevo”. Oenegé es una de las adiciones curiosas y prácticas. Pero el trabajo más minucioso y más productivo, aunque suele pasar desapercibido, es la mejora de los artículos ya existentes. Los cambios se aplican a las definiciones y también a las abreviaturas que indican en qué lugar o en qué contexto se usa cada palabra o cada acepción. En estos artículos aparece la leyenda “artículo enmendado”.

Es todo un lujo disponer de este caudal léxico actualizado. Las Academias aprovechan las nuevas tecnologías para mantener el paso de la vida activa y cambiante de nuestra lengua.

 

Tres diccionarios


263. Sevilla verano 2008 050

 

No sé ustedes, pero yo agradezco las preguntas que me ponen a investigar. Mi computadora y un montón de libros que voy consultando en mis pesquisas dan fe de esta afición mía. Cuando de palabras se trata, la pregunta más simple en apariencia nos conduce a través de un largo camino. Hay que saber dónde y cómo buscar. 

¿Medio ambiente o medioambiente? Si echan mano de una vez, como hago yo, del Diccionario de la lengua española de la RAE en su versión en línea (www.rae.es) solo encontrarán medio ambiente. Hasta aquí las cosas parecen estar claras. 

dudasEmpiezan a complicarse un poco si consultan el Diccionario Panhispánico de Dudas, al que también tienen acceso en línea en la misma página. Esta obra nos asegura que las dos formas son correctas, aunque recomienda la grafía simple: medioambiente. La primera palabra suele perder su acento cuando la pronunciamos en compañía de la otra. De ahí a que las pronunciemos las dos como una sola palabra va solo un paso. El resultado es una nueva palabra compuesta.  

¿En qué quedamos entonces? ¿Juntas o separadas? ¿Cómo puede el Panhispánico recomendar algo que el DRAE no incluye? Estas preguntas tienen respuestas sencillas. Ambas formas son correctas. El uso va imponiendo, al paso, la grafía simple. Recuerden que los diccionarios son organismos vivos, el DRAE el que más, en sus trescientos años de vida. Y recuerden también que la versión en línea, aunque muy actualizada, no es la última edición del diccionario académico. La última edición completa solo podemos consultarla, por el momento, en papel. Y sí, en el DRAE del tricentenario ya se incluye la forma medioambiente. Una palabra, tres diccionarios, muchos expertos al servicio de nuestra lengua.

 

Buena pesca


Cuandocamara mj 415 una palabra no aparece en un diccionario no significa inevitablemente que no sea correcta o que no exista. Algunas veces sencillamente no la estamos buscando bien o no la estamos buscando en el diccionario correcto.

¿La acepción  ‘ensuciar’ del verbo curtir  no existe porque no está registrada en el Diccionario de la Real Academia Española? ¿Es incorrecto usar el adjetivo curtido con el sentido de ‘sucio’ porque no lo encontramos en el DRAE?

El diccionario académico registra para curtir la acepción ‘tratar la piel de un animal muerto para su uso’. También el aire y el sol y la vida curten, literal y figuradamente. No aparece ninguna acepción relacionada con la suciedad.

El panorama cambia si las buscamos en el Diccionario del español dominicano; atesoran entre nosotros algunas acepciones adicionales a las del español general, entre las que está también el uso despectivo para referirse a una persona de aspecto pobre y desaseado.

Las compartimos, según leemos en el Diccionario de americanismos de las Academias de la Lengua Española,  con Honduras, El Salvador, Nicaragua, Puerto Rico, Colombia y Venezuela.

Existe además el verbo percudir, que significa, según el DRAE, ‘penetrar la suciedad’ y ‘maltratar o ajar la tez o el lustre de las cosas”. De él procede el adjetivo percudido.

¡Ojo pelado! No la confundan con percutir. La economía del lenguaje logra que con una sola letra distinta nos refiramos con este verbo a la acción de ‘golpear algo, generalmente de forma repetida’.

Tres verbos y tres adjetivos que tejen sus redes para ayudarnos a decir lo que queremos decir, siempre que sepamos usarlos apropiadamente. Los diccionarios pueden evitar que  quedemos atrapados en la red y ayudar a que la pesca sea fructífera.

 

Un ingrediente más


sancochoUna de las lectoras de la columna se interesa por saber si se dice sancocho o salcocho. Ambas palabras existen, y son correctas, así como sus relacionadas salcochar y sancochar. Proceden de la misma raíz latina, combinada con dos prefijos distintos. La confusión entre ellas, que puede provocar dudas, es la cercanía de sus significados y el hecho de que estos varíen de un lugar a otro del amplio territorio hispanoparlante.

El sancocho es uno de los protagonistas de nuestra cultura gastronómica aunque su receta sea distinta de la que los canarios en España usan para cocinar el suyo. En el sur de España el sancocho es lo que se obtiene cuando se cuece hasta reducirlo el mosto del vino. Sancochar era originalmente ‘cocer poco y sin sazón cualquier alimento’; de aquí deriva posiblemente su uso despectivo en Cuba para significar ‘cocinar mal’. Para nosotros es ‘cocer en agua’. Cuánta razón tenía Ángel Rosemblat cuando escribía que el habla familiar “no puede ser incolora, inodora e insípida. Tiene que ser rica, emotiva, evocativa, familiar. Le cambian el sabor al sancocho si nos obligan a llamarlo salcocho

El recorrido por los recovecos de nuestros diccionarios es siempre enriquecedor. Pero los que trabajamos con ellos y en ellos siempre encontramos un detalle que mejorar. En esta ruta lexicográfica por el sancocho he encontrado que al Diccionario de la Real Academia Española le falta añadir los usos dominicanos de sancochar y de sancocho en su acepción de ‘conjunto de cosas sin orden’. Dos nuevos ingredientes  para la próxima edición.