Cosas veredes


110315-37MariaJoseRinconComo saben ustedes, tengo el honor y la responsabilidad de ser miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua y correspondiente de la Real Academia Española. Miembro, que no *miembra. Miembro, según el DRAE, aparte de otras acepciones en las que más de uno estará ya pensando, es el ‘individuo que forma parte de un conjunto, comunidad o corporación’.

Una sola palabra que lleva a más de una confusión con su género gramatical. Se trata de un sustantivo epiceno, que designa un ser animado con una forma única, indistintamente del sexo. Cada sustantivo epiceno tiene su propio género gramatical. Los hay masculinos (miembro, personaje) y femeninos (persona, víctima). Y un epiceno masculino puede referirse a un hombre o a una mujer (Irene Pérez Guerra y Margarita Haché son miembros de número de la Academia); y, claro, un epiceno femenino también (La víctima, un conductor joven, sufrió varias lesiones).

No podemos olvidar nunca que, aunque los referentes tengan un sexo determinado, la construcción de la frase no se hace en relación con ellos, sino en relación con el género gramatical de las palabras. Si el epiceno es masculino, aunque su referente sea una mujer, la concordancia tiene que ser en masculino, y viceversa; serán, por tanto, el miembro elegido, aunque sea una mujer, y la víctima rescatada, aunque sea un hombre. Es verdad que el uso ha extendido la utilización de algunos epicenos como comunes en cuanto al género. Es lo que sucede cuando utilizamos la construcción la miembro de la Academia. Sin embargo, no ha sucedido lo mismo con otros epicenos; no usamos *la personaje, *el víctima, ni mucho menos *el víctimo, *el persona, ni mucho menos *el persono. Y todavía no he oído a nadie rasgándose las vestiduras por ello. Aunque cosas veredes…

 

 

Ojos que sí ven


Paris 07 158Llega marzo y con él las conmemoraciones del Día de la Mujer. Estos días con nombre propio solo sirven para recordarnos compromisos que debemos mantener todos los días. La defensa de la igualdad de las mujeres no es cosa de un día. La discriminación por razón del sexo sigue tan asentada entre nosotros que cambiar esquemas es cosa de cada día, de cada postura, de cada actitud.
Esta postura personal puede plasmarse de muchas formas, porque nos queda mucha tarea por delante en todos los ámbitos. Hay quien opina que el sexismo se manifiesta en los géneros gramaticales; quizás porque no han entendido del todo cómo funciona la lengua.
Yo elijo otra postura. Tal vez menos evidente pero, sin duda, tan militante y tan comprometida como la que otros enarbolan. Yo elijo la defensa del acceso en igualdad de condiciones a una educación de calidad para las mujeres. La educación de calidad, cuando lo es, lleva aparejado el uso correcto y prestigioso de la lengua. Y, con el dominio de la lengua, la capacidad de expresar, de compartir, de crear, de reclamar, de exigir. Y, casi tan importante, la libertad de servirnos de esa educación, según nuestra capacidad, en todas las facetas: personal, laboral, académica, creativa, investigadora, directiva, política, ciudadana. Y que a igual desempeño, recibamos igual compensación e igual reconocimiento y respeto. Solo así seremos visibles las mujeres. Y cuando las mujeres seamos visibles, la lengua, que siempre ha sido materna, lo será más que nunca y como debe serlo: en los contenidos. Ojos que sí ven, corazón que sí siente.