Camino del Cibao


Camino del Cibao

La visita a Santiago de los Caballeros pasa necesariamente por aprovechar las propuestas culturales del Centro León. Esta vez mi presencia en la extraordinaria exposición  «Ser Oscar de la Renta» se convierte, por razones muy personales, en un homenaje callado a una gran amiga que me ha dejado un poco más sola. 

Las salas del Centro León son una oportunidad inmejorable para conocer las raíces culturales dominicanas y enamorarse de ellas; para apreciar cómo esas raíces se reproducen y brotan en una interesante producción artística. Para mí las raíces culturales siempre florecen en palabras y disfruto como nadie, por ejemplo, de la representación del mercado popular plagado de pregones. 

El recorrido nos recuerda que nuestra identidad tiene que ver con lo que somos, con las experiencias que nos forjaron desde la infancia, pero también con lo que nos rodea. Dejar atrás Santo Domingo para acercarse al Cibao tiene algo de purificador, de reconciliador. De pronto recordamos que existen las montañas, que la niebla tarda en abrir sobre las cumbres, que aún huele a humo de madera verde, que el silencio puede ser un agradable compañero de viaje. Oscar de la Renta recordaba a su madre en el color blanco y revivía su infancia en el aroma del ilang ilang.

En los viajes cortos, cuando no hay tiempo para lecturas extensas, siempre me acompaña la poesía. Y por los caminos cibaeños recordé este poema que Domingo Moreno Jimenes incluyó en «Palabras sin tiempo»: 

Parábola de los dones

Dije al río

en la emoción de su desenvolvimiento apacible:

-Padre del bosque, 

hermano de las sencilleces astrales. 

Dije al mugido de la vaca:

-Fuerza, alegría, salud. 

Dije al manglar:

-Tu sombra está más llena de perfumes que la noche. 

Dije a la montaña:

-Verte es crecer;

recordarte es comenzar a desandar la vida.  

Ojalá disfrutar siempre del perfume de la sombra del manglar, crecer con la montaña y tener cerca una vaca que nos muja.