En un lugar de Luisiana


 

Foto: Juan Ramón Rincón

En un lugar de Luisiana cuyo nombre es tan literario como Barataria hace unas semanas me encontraba caminando entre lo que yo, en mi infinita ignorancia de estos menesteres, creía cocodrilos o caimanes, cuando un biólogo de la familia quiso sacarme de mi error: «No es un cocodrilo ni un caimán; es un aligátor». A mí a quien eso de meter una que otra palabrita en inglés me produce cierta urticaria, no me gustó un pelo que, para denominar correctamente una especie en español, hubiera que recurrir a lo que yo creía un anglicismo innecesario. Pero en esto de la lengua, donde menos se espera salta tremendo aligátor.

Eché mano de mi Diccionario de la Academia, que gracias a la nueva aplicación puedo consultar hasta cuando no tengo acceso a la red, como suele pasar en esos pantanos de Luisiana. Dispuesta a desmentir al atrevido biólogo, tuve, sin embargo, que darle la razón.

Descubrí una de esas palabras de ida y vuelta con las que me identifico porque las encuentro muy parecidas a mí. La lengua inglesa adaptó la denominación española el lagarto para llamar a este reptil americano de agua dulce al que bautizó como alligator, de donde surgió también la denominación francesa alligator, durante la etapa francesa de estos territorios americanos; y después de esta larga travesía lingüística, la preciosa palabra lagarto regresó a su lengua convertida en la hermosa palabra aligátor, ya especializada en referirse a esta especie en concreto.

Para los que estamos perdidamente enamorados de nuestra lengua nada puede haber más emocionante que reencontrarse con una palabra en un mítico territorio llamado Barataria. ¿No les parece?

Magia


Con los preparativos de la Nochebuena, entre calderos y fogones, recuerdo que queda poco para decir adiós a este año cervantino. Recordar a Cervantes me hace recordar a don Quijote y a Sancho.

En estos días de excesos me vienen como anillo al dedo las palabras que el ingenioso hidalgo le dirige a su escudero mientras recorren los campos manchegos: «Come poco y cena más poco, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago». No se conforma con recomendar mesura en el yantar; también la bebida se lleva su parte: «Sé templado en el beber, considerando que el vino demasiado ni guarda secreto ni cumple palabra». Cervantes en estado puro, y por eso Cervantes es quien es para nuestra lengua.

Don Quijote aconseja sobre modales: «Ten cuenta, Sancho, de no mascar a dos carrillos ni de erutar delante de nadie». Sancho desconoce la palabra erutar, y así se lo hace saber a su señor. Erutar, variante de eructar que se usaba en la época y que ya ha perdido vigencia, era una forma culta. Popularmente se usaba el verbo regoldar, del que don Quijote dice que es «uno de los más torpes vocablos que tiene la lengua castellana, aunque es muy sinificativo».

Al caballero andante no le preocupan las dudas de Sancho; sabe bien que es cuestión de tiempo: «cuando algunos no entienden estos términos, importa poco, que el uso los irá introduciendo con el tiempo, que con facilidad se entiendan; y esto es enriquecer la lengua, sobre quien tiene poder el vulgo y el uso».

El genio cervantino nos deja boquiabiertos. Intemporal, universal; y tan divertido. Se acaba el año cervantino, pero la excepcional obra de Miguel de Cervantes seguro que nos tiene reservados muy buenos ratos. Es la magia de los libros.

Celebrando a Cervantes


¿No les parece maravilloso que Kysbel Adames, una talentosa joven dominicana, y letrazetera, nos haya dibujado con tanta chispa a nuestro iTaller Novelas ejemplaresngenioso hidalgo manchego? Su dibujo, que agradezco en lo que vale, presidirá la aportación de Letra zeta a la celebración de que los que hablamos español estamos este año de enhorabuena.

Cualquier ocasión es buena para recordar que Miguel de Cervantes, el mejor novelista, escribió en español. Esta circunstancia histórica nos regala la oportunidad de leer la mejor novela de todos los tiempos, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, en su lengua original, que es, como decía Cervantes, la lengua que mamamos en la leche.

Este año, en abril, conmemoramos el cuarto centenario de la muerte del genial escritor alcalareño. Yo, personalmente, lo voy a honrar releyendo sus obras. Ya he terminado mi cuarta lectura de sus Novelas ejemplares; y, por supuesto, voy a por mi octava del Quijote.  

Lo crean o no, mientras termino La guitarra azul, la última novela de John Banville, otro de mis preferidos, ya estoy anticipando el placer de releer las aventuras del caballero manchego y de reencontrarme con la galería de personajes con los que se van topando él su escudero por los caminos de La Mancha.

Como Letra zeta la conmemoración va a ser compartida. Les propongo cuatro Talleres de Lectura de los Clásicos centrados en la obra narrativa de Miguel de Cervantes. La Academia Dominicana de la Lengua nos sirve de anfitriona para que entre sus paredes centenarias resuenen las palabras del Manco de Lepanto. Abriremos boca el jueves 7 de abril a las 6 de la tarde con las Novelas ejemplares y seguiremos en tres meses sucesivos con los tres talleres dedicados al Quijote.

Como aderezo, el Centro Cultural de España, dentro de su ciclo dedicado a Cervantes me ha invitado a dictar una conferencia sobre «Cervantes y la lengua» el miércoles 13 de abril en su sede en santo Domingo. Allí estaré y allí, como en la Academia, los espero a todos. Con Cervantes el interés, el entretenimiento, la ironía, la visión y el aprendizaje están garantizados.

 

 

 

 

 

Mi propia biblia


Aunque todavía esperamos la visita de los Reyes Magos de Oriente, y algunos incluso la de la Vieja Belén, es hora de que dejemos las festividades atrás y nos pongamos manos a la obra con nuestros propósitos para este 2016.

145 Bruselas Plaza de España 20150213¿Que ninguno de ustedes incluyó entre sus objetivos para este año el mejorar su ortografía, su vocabulario o su expresión oral y escrita? Me lo imaginaba. No se preocupen, la lista de propósitos sigue abierto y, si no, para eso está «Eñe» aquí.
Arranquemos con las mayúsculas para solventar la duda de un lector. Los nombres con los que nos referimos a los libros considerados sagrados por algunas religiones deben escribirse con mayúscula inicial; así el Corán, el Talmud, la Biblia o cualquiera de sus libros, como el Génesis o el Levítico, incluso su denominación de Sagrada(s) Escritura(s).

La palabra biblia en su acepción de texto sagrado de los cristianos debe llevar mayúscula inicial, pero esa misma palabra se escribe en minúscula cuando la usamos con cualquiera de sus otras acepciones. Por ejemplo, si nos referimos a una obra que cierto grupo considera como imprescindible o modélica: Ese manual es la biblia de los contables; o, con inspiración popular, para referirnos a la sabiduría de alguien: Esa niña es una biblia.

Después de casi seis años creo que me van  conociendo; no les sorprendo si me confieso devota de Miguel de Cervantes o elijo el Quijote, este también en mayúsculas, como mi biblia personal. Eso no me impide, es más, me obliga, como miembro de la cofradía cervantina, a demostrar respeto por la ortografía.

Feliz Día del Libro


154 Verano 2005 157Me contaba mi madre, lectora empedernida, que la lectura de algunos pasajes del Quijote le provocaba tales carcajadas que la obligaban a salir de la biblioteca. Yo, que he releído la obra universal de Cervantes en varias ocasiones, heredé su gusto por las buenas novelas y sigo disfrutando con la genialidad del autor y con la personalidad del héroe manchego. La celebración hoy, como cada 23 de abril, del Día Mundial del Libro conmemora la fecha en que fallecieron dos grandes genios de la literatura universal, William Shakespeare y Miguel de Cervantes Saavedra.

Relájese, inspire, tome un libro, en cualquier formato, ábralo por la primera página y lea. Tan simple como esto. No necesita más que tiempo y ganas de divertirse y aprender. Y, por supuesto, saber leer. No olvidemos valorar la importancia de esa gran herramienta que damos con frecuencia por supuesta y de la que no disfruta una parte importante de la humanidad. En nuestro país una tasa de analfabetismo que supera el 10 % debe obligarnos a reaccionar.

Una odisea de palabras


Los l291. Colonia Wallraf-Richard 20140706ibros y la literatura son responsables de la creación de mundos extraordinarios poblados de personajes que llegan a convivir con nosotros de igual a igual. Sus nombres propios saltan de la lengua literaria a la cotidiana en un juego de metáforas que los convierte en nombres comunes, a los que llamamos epónimos, y que se escriben con inicial minúscula.

La Odisea, el extraordinario poema de Homero, brincó desde los versos al mundo cotidiano para denominar un viaje largo cargado de aventuras o  esa sarta de peripecias que a veces nos toca vivir.

La Tragicomedia de Calisto y Melibea, de Fernando de Rojas, publicada en 1499, está protagonizada por Celestina quien, con su personalidad y sus tejemanejes, prestó  su nombre a las alcahuetas, dedicadas por oficio o por ocupación a concertar relaciones amorosas.

La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades, novela anónima de 1554, relata la vida de Lázaro, el pícaro guía de un ciego. Su juventud hacía que lo llamaran Lazarillo, y este nombre, convertido ya en sustantivo común,  denomina a las personas que sirven de guías a los ciegos y, por extensión, a las personas o animales que acompañan a quienes necesitan ayuda.

Don Juan Tenorio, fecundo personaje literario, prestó su tratamiento, su nombre de pila e incluso su apellido para que designaran a donjuanes y tenorios, hombres seductores, mujeriegos, frívolos e inconstantes.

En algún caso es el poeta el que presta su apellido, como le sucedió a Francisco de Quevedo y Villegas, a quien  tradicionalmente se retrata con unos anteojos redondos que han llegado a denominarse quevedos.

Nuestro protagonista literario más universal, don Quijote de La Mancha, criatura del incomparable Cervantes, cabalga a lomos de Rocinante (rocín antes) y los dos han atravesado la realidad literaria para convertirse en palabras de a pie. Los quijotes  valoran sus ideales por encima de su provecho mientras los rocinantes mantienen su condición de jamelgos.

Si somos afortunados  nos tocará recorrer esta odisea de la vida guiados por lazarillos (incluso con su poquito de picaresca) y acompañados por quijotes a lomos de rocinantes; sabremos evitar a celestinas y tenorios aunque para saber distinguirlos debamos armarnos de unos perspicaces quevedos.