Bitácora de lectura: «La vista desde Castle Rock», Alice Munro
Un puñado de relatos nos permiten ver, como si se tratara de la vista desde Castle Rock en un día casi despejado, el pasado familiar entre realidad y ensoñación. La subida a Castle Rock, en la que algunos de sus antepasados se encaraman para atisbar un sueño de futuro en las lejanas tierras de America, le permite a Munro atisbar el pasado: «El pasado debe abordarse desde cierta distancia». El paisaje de las cercanías del lago Huron obtiene el papel protagonista. Las casas, las granjas, los campos, las familias están plagados de «mensajes secretos y pródigos» que se siente en la obligación de proteger: «(…) me sentía obligada a protegerla del desprecio, tal como si tuviera que proteger del desprecio toda una forma de vida preciada e íntima aunque no precisamente grata».
La narradora recorre el paisaje íntimo de su infancia sin pudor y con una mirada juvenil, absorta, listante y al mismo tiempo ligada inexorablemente a lo que mira. Para ella los setos y los cobertizos cobijaban «vidas que era conocidas y secretas», resguardaban la intimidad de la vida cotidiana de la que estamos hechos. El paisaje ha cambiado y a ella se le ha hecho más pequeño, como tantas veces ocurre con las imágenes de la infancia que entrevemos en la madurez. «Como si entonces se viera más, aunque ahora se vea más lejos». Pasado y presente, la perspectiva inexorable que nos da el paso del tiempo y que nos permite, o no, contar.
Mientras la narradora recibe los resultados alentadores de una mamografía, la autora nos premia con una magistral narración de la vuelta a la normalidad.
«Así que ésta ha sido la primera vez.
Estos sustos vienen y van.
Y un día habrá uno que no. Uno que no se irá.
Pero de momento, el maíz está en flor, el verano ya declina, el tiempo vuelve a dejar espacio a las riñas y y las trivialidades. Los días ya no tienen duras aristas, ni zumba, la sensación de destino en las venas como un enjambre de insectos pequeños e implacables. De vuelta al punto en que ningún gran cambio parece anunciarse más allá del cambio de las estaciones. Cierto grado de aspereza, cierta despreocupación, incluso otra vez una posibilidad fortuita de aburrimiento dentro de los confines de la tierra y el cielo».