El sastre cocinero


El cine en versión original nos permite conocer de primera mano la obra del cineasta, de los guionistas y de los actores.  Si no dominamos el idioma origin8 DSC00418al de la película, echamos mano de los subtítulos para seguir el contenido de la narración o el diálogo de los personajes. El subtítulo es una oportunidad de enfrentarnos a la lengua escrita, para la que cada vez nos volvemos más perezosos. Hasta aquí, todo son ventajas.

Si somos observadores y estamos acostumbrados a leer, línea tras línea encontramos faltas garrafales de ortografía, por no hablar de la sintaxis o de la concordancia. Los personajes conversan, la acción no se detiene, pero nosotros nos hemos quedado enganchados de una hache que echamos en falta o de una ese confundida entre zetas y ces. Si no somos lectores habituales lo más probable es que ni siquiera lo notemos, y es aquí donde reside el peligro.

Para mejorar nuestra ortografía el método infalible es la lectura. Me pregunto qué efecto estará produciendo en todos nosotros el enfrentarnos día a día con subtítulos plagados de errores. ¿Es tan difícil corregir ortográficamente los subtítulos? El cine es una industria que genera ingresos millonarios y los hablantes de español debemos exigir respeto y un producto lingüístico de calidad. Así no tendríamos que enfrentarnos a frases como la que leí en un subtítulo hace días: “Como si un sastre se hubiese vuelto loco y hubiese cocido miles de diamantes en un maravilloso vestido”. Todo lo que vi en la película a partir de ese momento no pudo superar al sastre cocinero.

Años después de publicada esta «Eñe» encontré el siguiente anuncio en la prensa. Ahora se han cambiado las tornas y me he encontrado con el cocinero sastre.

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A pares


Parque Nacional Yellowstone

Parque Nacional Yellowstone

El seseo, compartido por hispanohablantes americanos, canarios y andaluces, tiene el inconveniente de provocar problemas ortográficos que, como buenos hablantes, debemos evitar. En gran parte de España se distinguen dos fonemas, /s/ y /z/; el fonema /s/ se representa en la escritura con la letra ese y el fonema /z/ puede representarse con la ce o la zeta, según los casos. En el español de América, Canarias y parte de Andalucía, estos dos fonemas se reducen a uno solo, articulado como /s/.

A modo de ejemplo quiero que nos fijemos en algunas parejas que los que seseamos pronunciamos de forma idéntica pero que se distinguen en la escritura por una sola letra. 

El nombre de las cotidianas tazas procede del árabe hispánico tássa. Nos sirven el café o el té pero también recogen el agua que mana de una fuente. Las tasas suelen sonarnos un poco peor, por aquello de que son tributos. Mientras no nos impongan una tasa a nuestra taza de café…

Eso sería la gota que colma el vaso y rebosa. Ojo, no reboza. Un líquido que se derrama por encima de los bordes de un recipiente se rebosa. En cambio, para rebozar algo, y eso lo saben bien los aficionados a la cocina, hay que bañarlo en huevo y pan molido, como las croquetas, o en miel, como algunos deliciosos hojaldres.

En español hay infinidad de pares como estos, en los que una letra hace la diferencia. Para los que no las diferenciamos en la pronunciación el reto está en saber diferenciarlas en la escritura. En hacerlo bien o mal puede estar la distancia entre la cima (‘punto más alto de un monte o de un árbol)  y la sima (‘cavidad grande y muy profunda en la tierra’). Tómense una taza de café a mi salud y practiquen con los pares más frecuentes.