Celebrando a Cervantes


¿No les parece maravilloso que Kysbel Adames, una talentosa joven dominicana, y letrazetera, nos haya dibujado con tanta chispa a nuestro iTaller Novelas ejemplaresngenioso hidalgo manchego? Su dibujo, que agradezco en lo que vale, presidirá la aportación de Letra zeta a la celebración de que los que hablamos español estamos este año de enhorabuena.

Cualquier ocasión es buena para recordar que Miguel de Cervantes, el mejor novelista, escribió en español. Esta circunstancia histórica nos regala la oportunidad de leer la mejor novela de todos los tiempos, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, en su lengua original, que es, como decía Cervantes, la lengua que mamamos en la leche.

Este año, en abril, conmemoramos el cuarto centenario de la muerte del genial escritor alcalareño. Yo, personalmente, lo voy a honrar releyendo sus obras. Ya he terminado mi cuarta lectura de sus Novelas ejemplares; y, por supuesto, voy a por mi octava del Quijote.  

Lo crean o no, mientras termino La guitarra azul, la última novela de John Banville, otro de mis preferidos, ya estoy anticipando el placer de releer las aventuras del caballero manchego y de reencontrarme con la galería de personajes con los que se van topando él su escudero por los caminos de La Mancha.

Como Letra zeta la conmemoración va a ser compartida. Les propongo cuatro Talleres de Lectura de los Clásicos centrados en la obra narrativa de Miguel de Cervantes. La Academia Dominicana de la Lengua nos sirve de anfitriona para que entre sus paredes centenarias resuenen las palabras del Manco de Lepanto. Abriremos boca el jueves 7 de abril a las 6 de la tarde con las Novelas ejemplares y seguiremos en tres meses sucesivos con los tres talleres dedicados al Quijote.

Como aderezo, el Centro Cultural de España, dentro de su ciclo dedicado a Cervantes me ha invitado a dictar una conferencia sobre «Cervantes y la lengua» el miércoles 13 de abril en su sede en santo Domingo. Allí estaré y allí, como en la Academia, los espero a todos. Con Cervantes el interés, el entretenimiento, la ironía, la visión y el aprendizaje están garantizados.

 

 

 

 

 

Zarpa con nosotros


En la Academia Dominicana de la Lengua celebramos los centenarios como mejor sabemos hacerlo: leyendo. El 9 de marzo nos acercaremos a las crónicas de Indias. Desde los escritos de Cristóbal Colón a la obra de Bernal Díaz del Castillo. El protagonista indiscutible será el Inca Garcilaso de la Vega y sus Comentarios Reales. Zarpa con nosotros y descubre la mejor literatura de acción.

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Gracias a todos los lectores


Gracias a todos los lectores por su participación ayer en el Taller de Lectura de los Clásicos. Lazarillo nos hizo reír, nos estremeció y nos recordó lo difícil que es mantener la dignidad cuando hay que enfrentarse a una realidad hostil.

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Gracias a Inés y a Fernando por las fotos. Si fuera por mí no quedaría recuerdo gráfico. Una vez que me pongo manos a los libros la pasión borra lo demás. Creo que se aprecia. IMG_0026

 

 

 

 

 

 

 

 

Gracias por las carcajadas, las medias sonrisas y los ojos aguados de más de uno. Nos veremos de nuevo el miércoles 4 de noviembre a las 6 para disfrutar de la pluma de dos grandes, Fray Luis de Léon y Teresa de Jesús.

Hasta entonces, sigan leyendo.IMG_1395

Un académico más


IMG_1365La Academia Dominicana de la Lengua se fundó en Santo Domingo, República Dominicana, el 12 de octubre de 1927. Ayer cumplimos ochenta y ocho años. Conmemoramos nuestro octogésimo octavo aniversario (por reivindicar nuestros ordinales, tan poco y tan mal usados). Y este año lo vamos a celebrar leyendo, y leyendo nada más y nada menos que La vida de Lazarillo de Tormes, y de su fortuna y adversidades.

Digna celebración para una corporación académica que tiene como misión fomentar el estudio y el buen uso de la lengua española. Y nada fomenta más el buen uso de la lengua que la lectura, especialmente si es la de nuestros clásicos. El autor del Lazarillo, quien prefirió mantener el anonimato, hizo gala de su genio y lo puso al servicio de la crítica social. Con él nos legó una obra extraordinaria que se convirtió en la semilla del género picaresco.

En la Academia Dominicana de la Lengua estamos releyendo a los clásicos de nuestra literatura desde enero. Nos estamos acercando a sus páginas con avidez y respeto. Los azares de la cronología han querido que el pícaro más malaventurado de nuestra literatura sea el anfitrión de nuestro aniversario. Quizás, allá por 1927, no habríamos contado con el beneplácito de nuestro primer director, Monseñor Nouel, puesto que los clérigos no salen muy bien parados en la novela, que llegó a estar prohibida por la Inquisición. Sin ninguna duda lo habrían disfrutado otro académico fundador, Manuel Patín Maceo, quien ocupó el sillón E, y su sucesor en este sillón, el insigne Mariano Lebrón Saviñón, nuestro director durante dieciocho años.

Me atrevo a asegurar que un crítico literario como nuestro actual director, Bruno Rosario Candelier, saluda a Lazarillo como anfitrión. Un tiguerito curtido en mil y una andanzas, las más de ellas desventuradas, que escribe una relación de su vida y adversidades para ser recompensado “no con dineros, mas con que vean y lean sus obras y, si hay de qué, se las alaben”. Lazarillo, desde luego, en esto, podría haber sido un académico más.

 

Unidos por los clásicos


La idea surgió de mi hija, entusiasta donde las haya: “Mamá, estoy convencida de que a mucha gente le gustaría la literatura clásica si se la contaran como tú me la cuentas a mí”. Le comenté esta propuesta, que me pareció alocada, a Bruno Rosario Candelier, director de la Academia Dominicana de la Lengua. Me sorprendió que demostrara tanto entusiasmo como mi hija.

Mi idea era el diseño de un taller de lectura, sin requisitos previos. No era necesario haber leído la obra, ni siquiera era necesario conocerla o saber de su existencia. Tampoco era necesario no haberla leído. Mal que bien muchos de nosotros nos acercamos, casi siempre obligados, a la lectura de los clásicos en nuestros años escolares. Es la grandeza de los clásicos. Se disfrutan tanto leyéndolos por primera vez como releyéndolos con el paso de los años.

Se trataba de promocionar la lectura y de acercar a los lectores, o a los posibles candidatos a lectores, a las obras literarias emblemáticas en lengua española. Y decidí empezar por el principio. Despacito y buena letra.

El primer Taller de Lectura de los Clásicos de la Academia Dominicana de la Lengua estaría dedicado a la literatura medieval: seis meses, seis talleres, seis obras, casi cuatro siglos. Y un reto adicional: un estado de la lengua española alejado del nuestro. No me gustan las obras adaptadas; creo que pierden su esencia, y es un crimen hacer perder la esencia a una obra de arte. Desde luego y precisamente en la Academia Dominicana de la Lengua no nos lo podíamos permitir.Asistencia al taller

Y así, sin anestesia, como bien dijo la periodista y mi amiga Inés Aizpún, nos propusimos enfrentarnos a los textos medievales en ediciones críticas de calidad filológica que no desvirtuaran ni  un ápice la obra en todo su esplendor. ¿Qué era difícil?  Sin duda, pero ¿quién dijo miedo? Asumí, sin embargo, que esta toma de partido por los textos originales podría tener consecuencias directas sobre la cantidad, que no sobre la calidad, de los asistentes al taller. Y me equivoqué. Por los comentarios de los lectores sé que una de las experiencias más valoradas ha sido la de ponerse frente a la lengua medieval y descubrir cuánto nos parecemos a los hablantes del medievo. En muchas ocasiones, por supuesto, mi “traducción simultánea”, como la bautizaron los participantes, se hizo imprescindible. Pero lo mismo nos pasa con muchos de los que hablan o escriben hoy en cualquier medio, casi siempre para mal, y no nos rasgamos las vestiduras.

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Cuando empezamos el año parecía una quimera dedicar seis meses al estudio a la literatura medieval. Empezamos y nos tiramos de cabeza: nada más y nada menos que el Cantar de Mío Cid, primera obra literaria conocida escritaen español. Las hazañas del héroe castellano le arrancaron lágrimas a más de uno. La emoción de ver surgir ante nuestros ojos la humanidad de los personajes, tan parecidos en lo esencial a nosotros mismos, le arrancó lágrimas a más de uno. A mí me quebró la voz uno que otro verso y, sobre todo, la imagen del salón de actos de la Academia lleno a rebosar de lectores que, durante dos horas, pasaron todos a una cada página a la par que los versos del juglar castellano nos hacían acompañar a Rodrigo Díaz en su destierro.

Disfrutamos de la extraña musicalidad de la cuaderna vía de la que Gonzalo de Berceo, primer poeta en lengua española de nombre conocido, se vanagloriaba tanto. Los Milagros de Nuestra Señora nos hicieron reír con sus anécdotas cargadas de gracejo y con su incomparable sabor a tierra y a autenticidad.

 

La originalidad del Libro de buen amor de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, nos acompañó a lo largo de sus versos. Las estrofas dedicadas a describir el poder del dinero podrían haberse escrito hoy. Nos hicieron recordar que las obras literarias dan pie a una tradición y anticipamos los versos de Manrique, los de Quevedo, los de tantos que han tratado el mismo tema. Yo empezaba a vislumbrar, por los comentarios de los lectores, que el taller no iba a terminarse con la literatura medieval. Los asistentes ya se saboreaban tímidamente con el taller que tendríamos que dedicar a Cervantes, a Góngora, a Lope… Sin duda todos estábamos embarcados en algo inevitable cuando nos acostumbramos a lo bueno. No queremos dejarlo.Coplas a la muerte de su padre

Con el romancero viejo llegamos a recitar al unísono. Los romances, creados y transmitidos precisamente para eso, provocaron que el público se animara a leer en voz alta. Gerineldo, el conde Arnaldos, Abenamar, moros y cristianos, poblaron,  por obra y gracia de las palabras escritas sobre el papel, la ciudad colonial y nos acompañaron a reír, a llorar, en definitiva a vivir.

Jorge Manrique, a pesar de mis advertencias de que el tema principal de su elegía magistral era la muerte, entusiasmó a los lectores. Esa tarde nos fuimos con la obra leída para casa. Las Coplas a la muerte de su padre nos dejaron atónitos. Aprendimos historia, literatura, gramática, métrica, y, lo más interesante, descubrimos que el tiempo, que ya corría para los Manrique en el XV, sigue corriendo para nosotros inexorablemente. Nunca nos supo mejor aquello de carpe diem.

La celestina 2

Concluimos en junio con la Tragicomedia de Calisto y Melibea, primera obra en prosa en nuestro taller. Difícil seleccionar los textos pero los fragmentos escogidos nos ayudaron a oír la maestría de las artes de Celestina, los arrebolados amores de Calisto, las quejas de inocencia de Melibea, la doblez y la cobardía de Pármeno y Sempronio, la vida corriendo de un lado para otro enredada en las haldas de un personaje universal.

 

Entrega placa 2Y llegamos al final. Ya no cabía la más mínima duda de que el taller, que empezó siendo una quimera de mi hija en enero, había sido un éxito. Los lectores lo disfrutaron y quedaron con ganas de seguir. Yo lo disfruté más y su entusiasmo me comprometió a continuar con más ediciones del Taller de Lectura de los Clásicos, que ya tiene que abordar el comienzo de los extraordinarios Siglos de Oro de la literatura en español y la incorporación vivaz de Hispanoamérica a la producción literaria en nuestra lengua, la lengua de todos.

Taller de lectura de los clásicos: La Celestina


La celestina 2La Celestina, obra cumbre del prerrenacimiento, cierra el ciclo del Taller de lectura de los clásicos dedicado a la literatura medieval en la Academia Dominicana de la Lengua. Los invito a que me acompañen y disfruten de la extraordinaria prosa humanística de Fernando de Rojas en una tragicomedia plagada de personajes interesantes y, sobre todo, de palabras usadas magistralmente.