Quijotes de toda la vida
Hace unos días mantuvimos una tertulia interesante sobre las nuevas versiones de «El Quijote» que están apareciendo estos días en que se conmemora un centenario más de la publicación de la universal obra cervantina.
Prometí que compartiría unas reflexiones de Pedro Salinas en el capítulo «Defensa de la lectura» de su obra «El defensor» (que releo en la edición de 1995 de la editorial Norma».
Nuestros comentarios se centraban en la adaptación al español actual de la lengua en la que se escribió «El Quijote». Salinas no se refiere a la actualización del lenguaje de las grandes obras, sino a creación de versiones «acortadas».
En una prosa excepcional en la que luce la ironía Salinas nos plantea la ridiculez de algunas cosas de nuestros tiempos.
«Si Homero o Rabelais, o Tolstoi, se empecinaron en escribir y escribir a espacio, con serena majestad, como el lento río undoso, nosotros, sus herederos y beneficiarios ¿debemos ajustarles las cuentas de sus cuentos, meter en cintura a los tales derrochadores y a sus escritos, reducirlos de tamaño, sin escrúpulos, hasta que sus nobles cervices antiguas se humillen ante nuestras democráticas y modernas exigencias? (…) Habría así, y de hecho los hay, Quijotes, por ejemplo, para todos: Quijotes de diez minutos; Quijotes de diez horas y Quijotes de toda la vida».
Yo me quedo con los Quijotes de toda la vida. ¿Y ustedes?